Poema
casi triste
La
noche de tu sueño
desciende
por las calles indecisas
sin
gestos ni bocas rendidas de palabras.
La
tempestad de los caballos
de
fuego remueve los caminos resecos
y
en tu cuerpo desnudo se duermen
las
pupilas, espigas azules que humedecen
la
piel encendida.
He
sentido tantas veces la tristeza
de
amar el dolor por las mañanas,
de
amar la vida y regresar la muerte
y
he sabido tu carne, tus labios,
el
calor conmovido y escuchado
tus
promesas en el ruego y el temor
al
olvido. Pero he cantado a los supremos
cielos,
un ahora que tu empeño tiene
en
sublimar lo amado.
En
tanto el tiempo resucita los años
en
que solo tu verso hablaba de amores
mientras
un río incierto brotaba entre nosotros.
Sería
preciso secarlo.
Entre
manojos de piedras sepultar el canto.
Sería
preciso entregar el alma.
Condenar
al hijo. Segregar la sangre.
Retornar
a la barca de donde se ha partido.
No
entiendes todavía. No se puede sublimar
la
aurora. Es como quien
transita
en las tinieblas y solo
le
queda el reflejo de lo que alguna vez
fuera
la luz y el verbo pleno
y
la esperanza palpada
en
la humedad del rocío. Y el vibrar
entero,
más allá de los sentidos.
Tal
vez renunciar al milagro
de
la vida. Por qué no volver
a
los versos que te hicieron poeta.
Dibujar
una sonrisa sobre el hueco
de
una casa vacía. Tal vez dejar
para
cegar del todo. Acaso luchar
para
recuperar el día.
Para
que el recuerdo no se pueble
de
espejismos yo quisiera mirarte
y
porque el recuerdo es la savia
de
lo efímero prefiero tus manos
aunque
ya no puedan escribir más versos.
Del
libro Después del olvido de Ed. Plus Ultra
Con
el auspicio del Fondo Nacional de las Artes
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