Ángel
Vicente Peñaloza,
apodado El Chacho, (Malanzán,
Virreinato
del Río de la Plata, 2
de octubre de 1798
– Loma Blanca, cerca de Olta,
La
Rioja, 12
de noviembre de 1863)
fue un caudillo
y militar
federal
argentino,
uno de los últimos líderes de esa
corriente alzados en armas contra el
centralismo de Buenos
Aires.
Familia,
infancia y juventud
Si
bien no se ha podido encontrar su acta
bautismal, se deduce que nació en 1796
en Malanzán,
un pueblo de la Costa Alta de la Sierra
de los Llanos, en el sur de la
actual provincia
de La Rioja. Era el hijo primogénito
y legítimo de Juan
Esteban Peñaloza y Úrsula Rivero.
Sus abuelos paternos eran Nicolás Peñaloza
—un próspero hacendado ganadero— y
Melchora Agüero. Sus abuelos maternos
eran Bernardo Rivero, hijo de un portugués,
y Mercedes Torres. Todos ellos eran
miembros de familias de largo arraigo e
influyentes en la zona.
Fue educado en sus primeros pasos por un
tío abuelo, el prestigioso sacerdote
Pedro Vicente Peñaloza, que le puso de
apodo "Chacho" —apócope de
muchacho— en los primeros años de su
vida, ya que consta que éste falleció
en 1801, es decir cuando aquél tenía
solo cinco años.
Se casó en la Iglesia de Malanzán el
10 de julio de 1822 con Victoria
Romero de Orihuela, con la que tuvo
tres hijos: dos de ellos fallecidos al
poco tiempo de nacer, y Ana María Peñaloza,
quien no dejó descendencia. Además
adoptaron a un huérfano, hijo de un
familiar llamado Indalecio Peñaloza,
que se casó luego con Eudosia Flores
Vera.
Lugarteniente
de Quiroga
Desde
joven fue oficial de milicias, bajo el
mando de Juan
Facundo Quiroga. En 1826 combatió
con el grado de capitán en la batalla
de El Tala, en la que fue seriamente
herido por el ejército unitario
de Gregorio
Aráoz de La Madrid, tras esta
batalla fue ascendido a capitán de
milicias.
Más tarde fue uno de los principales
jefes de escolta de Juan
Facundo Quiroga, en la Batalla
de Rincón de Valladares, en La
Tablada y en Oncativo.
Después de esta derrota participó en
la reconquista de La Rioja para el
partido federal, y se destacó en la Batalla
de La Ciudadela —definitiva
derrota unitaria— en que capturó un
cañón con su lazo y lo arrastró hasta
sus filas. Por este hecho, Quiroga le
otorgó el rango de teniente
mayor.
Desde su regreso a La Rioja fue
comandante del Departamento
de Los Llanos. Tras el asesinato de
Quiroga, en 1836,
colaboró en la invasión a La Rioja del
gobernador de la vecina Provincia
de San Juan, Martín
Yanzón. Fueron severamente
derrotados.
La
guerra contra Rosas
Fue
perdonado por el nuevo gobernador, Tomás
Brizuela, y cuando éste se unió a
la Coalición
del Norte contra -el también
federal, aunque porteño-
Juan
Manuel de Rosas, en defensa de la
autonomía de su provincia, fue un
importante apoyo.[2]
Los unitarios
le impusieron como segundo jefe al
coronel Joaquín
Baltar, que resultó una pésima
influencia. Apoyó la campaña de Juan
Lavalle en su provincia, y acompañó
a Gregorio
Aráoz de La Madrid —su antiguo
enemigo— en su campaña contra San
Juan y Mendoza.
En la batalla de Rodeo
del Medio, la influencia de Baltar
le impidió combatir, y fue una de las
causas de la derrota. Tuvo que huir a Chile
en 1841.
Al año siguiente regresó como parte de
una campaña organizada por los
exiliados unitarios desde Chile. Iba
acompañado por Yanzón y el coronel Santos
de León. La campaña había sido pésimamente
preparada, basada en falsas noticias de
sublevaciones contra Rosas; si bien el
prestigio de Peñaloza les permitió
obtener algunos éxitos, esto provocó
la reacción del gobernador de San Juan,
Nazario
Benavídez, que lo persiguió hasta Tucumán
y lo derrotó. De todas formas, Peñaloza
regresó a Los Llanos, donde fue
derrotado por segunda vez por Benavídez,
en Illisca;
y por segunda vez huyó a Chile.
Dirigió una segunda invasión en 1845 y
derrotó al gobernador riojano. Pero,
entendiendo que su causa no tenía
sentido, pidió y obtuvo protección de
Benavídez. Éste lo envió en 1848
—con el rango de comandante de
milicias— a deponer al gobernador
riojano Vicente
Mota. Tras lograr su cometido, nombró
en su lugar a Manuel
Vicente Bustos, que lo nombró
comandante de Los Llanos.
Caudillo
de las provincias cuyanas
Desde
1854
fue comandante de armas de la provincia,
y al año siguiente fue ascendido a
general por el presidente Urquiza.
Era muy prestigioso entre los gauchos
humildes de La Rioja y las provincias
vecinas, y se comportaba como uno más
de ellos, salvo cuando mandaba en el ejército.
Ellos lo consideraban, también, su
protector, su abogado, el solucionador
de los problemas de cada uno de ellos.
En octubre de 1858
fue asesinado Nazario
Benavídez por los partidarios del
gobernador Gómez.
El presidente ordenó una intervención
federal a la provincia, ordenando a
Peñaloza que la apoyara militarmente;
no tuvo necesidad de combatir, pero ocupó
con sus montoneras
la ciudad
de San Juan. Desde entonces fue el
hombre de confianza de Urquiza en la
región.
En enero de 1860 derrocó al gobernador
Bustos, que se acercaba cada vez más a
los unitarios de Buenos Aires, y nombró
en su lugar al coronel Ramón
Ángel. Poco después fue nombrado
interventor federal de su provincia.
Después de Pavón,
en 1861,
el interior del país quedó abierto a
los unitarios. Hacia Cuyo
salió el coronel Ignacio
Rivas y hacia Catamarca el general Wenceslao
Paunero, que enviaron varias
expediciones contra La Rioja. Mientras
tanto, Peñaloza ofreció mediar en la
guerra entre los federales y unitarios
del norte del país. Pero a pedido del
gobernador tucumano Celedonio
Gutiérrez, se unió a éste; fueron
derrotados por los unitarios. Regresó a
La Rioja, perseguido por sus enemigos,
que los derrotaron en varias batallas;
los oficiales prisioneros eran
fusilados, mientras muchos soldados eran
torturados y degollados. La represión
fue increíblemente feroz, y eso mismo
dio fuerzas a los federales para seguir
luchando. El mismo Domingo
Faustino Sarmiento aconsejaba:
Si
Sandes
mata gente, cállense la boca. Son
animales bípedos de tan perversa
condición, que no sé qué se obtenga
con tratarlos mejor.
Pese
a su superioridad numérica y de
movimientos (Peñaloza llegó reunir una
fuerza de 2 000 a 6 000 combatientes),[3]
Peñaloza fue derrotado repetidas veces
por las tropas mitristas
mucho mejor y más modernamente armadas
(armas a repetición, ametralladoras).
Tras sitiar la ciudad de San
Luis, logró firmar un tratado de
paz llamado Tratado
de La Banderita a principios de
1862, en que se le ofrecían garantías.
Cuando llegó la hora de cambiar
prisioneros, se dice que Peñaloza
entregó los suyos, pero no recibió ni
uno: todos sus hombres habían sido
fusilados. En 1863, el gobernador
puntano, Juan
Barbeito, repelió una nueva invasión
de tropas leales a Peñaloza, unos 1 600
montoneros[4]
habían incursionado con éxito parcial
en la zona norte de la provincia.
La
derrota
Los
militares que debían hacer cumplir el
tratado continuaron con la persecución
a los aliados de Peñaloza, por lo que
este volvió a alzarse en armas en marzo
de 1863.
Logró varios éxitos en San Luis, Córdoba,
Catamarca y Mendoza, e incluso depuso al
gobernador riojano.
A fines de marzo, el Chacho escribió al
presidente Bartolomé
Mitre:
los
gobernadores de estos pueblos,
convertidos en verdugos de las
provincias... destierran y mandan
matar sin forma de juicio a ciudadanos
respetables sin más crimen que haber
pertenecido al partido federal... Los
hombres todos, no teniendo ya más que
perder que sus existencia, quieren
sacrificarla más bien en el campo de
batalla.
El
llamado a la lucha se hacía en nombre
de Urquiza, con cuya ayuda contaban,
pero éste no apoyó en nada la
revuelta, e incluso la condenó en público.
El gobernador Sarmiento, designado
Director de la Guerra contra Peñaloza
por el Ministro de Guerra Gelly
y Obes, escribió al presidente:
no
economice sangre de gauchos, es lo único
que tienen de humano.
Mitre
respondió:
Quiero
hacer en La Rioja una guerra de policía.
Declarando ladrones a los montoneros,
sin hacerles el honor de partidarios
políticos, lo que hay que hacer es
muy sencillo.
Quedaban
fuera de la ley, y por consiguiente se
los podía matar en cuanto se los
capturaba. Los oficiales del ejército
nacional repitieron las masacres entre
los vencidos.
El 20 de mayo de 1863, las tropas del
Chacho se enfrentaron en Lomas Blancas
—en Los Llanos— con un contingente
de 600 hombres de infantería y caballería
de las fuerzas de Paunero, comandadas
por Ambrosio
Sandes, Pablo
Irrazábal, Ignacio
Segovia y Julio
Campos.
Peñaloza obtuvo una efímera victoria
cuando el 10 de junio se produjo en Córdoba
una revolución, encabezada por el
partido federal —apodado
"ruso"— y los liberales
moderados, que depuso al gobernador Justiniano
Posse; éste había sido impuesto el
año anterior por la fuerza de las armas
del ejército nacional comandado por
Paunero. Convocado por los
revolucionarios, el Chacho entró a la
ciudad de Córdoba el 14 de junio.
Mientras tanto, Paunero reunió un ejército
de 3 000 hombres y marchó sobre él.
Queriendo evitar sufrimientos a la
ciudad, Peñaloza salió a su encuentro
en campo abierto, al frente de 2 000
hombres.[3]
Fue derrotado el 28 de junio, en la Batalla
de Las Playas sufriendo los
montoneros 300 muertos, un número no
precisado de heridos y 720 prisioneros.
Los oficiales prisioneros fueron
fusilados.
El caudillo huyó a los Llanos, de allí
al norte, hacia la Cordillera
de los Andes, y por el oeste de la
provincia, nuevamente a los Llanos,
donde reorganizó su montonera,
reclutando 2 000 gauchos.[5]
De esa forma destruyó los caballos de
sus enemigos y los desorientó por
completo. Luego invadió la provincia de
San Juan, donde estuvo a punto de tomar
la capital. Pero el coronel Irrazábal
lo derrotó en Los
Gigantes. Se estima que unas mil
personas murieron durante su última
rebelión.[6]
El
asesinato
El
vencedor lo persiguió hasta Los Llanos,
y Peñaloza se rindió al comandante Ricardo
Vera, entregándole su puñal, la última
arma que le quedaba. Una hora más tarde
llegó Irrazábal y lo asesinó con su
lanza; a continuación hizo que sus
soldados lo acribillaran a balazos. Era
el 12 de noviembre de 1863.
Su cabeza fue cortada y clavada en la
punta de un poste en la plaza de Olta.
Una de sus orejas presidió por mucho
las reuniones de la clase
"civilizada" de San
Juan. Su esposa, Victoria Romero,
fue obligada a barrer la plaza mayor de
la ciudad
San Juan, atada con cadenas.
Al conocer la noticia, Sarmiento
escribió al presidente Mitre:[7]
[8]
No
se que pensaran de la ejecución del
Chacho, yo inspirado en los hombres
pacíficos y honrados he aplaudido la
medida precisamente por su forma, sin
cortarle la cabeza al inveterado
picaro, las chusmas no se habrían
aquietado en seis meses.
Carta
de Domingo Faustino Sarmiento a
Bartolomé Mitre, 18 de noviembre de
1863.
Pocas
semanas más tarde, el poeta José
Hernández publicó en un periódico
entrerriano
su Vida del Chacho, un folleto en
defensa del caudillo riojano, en que
advertía a Urquiza que los mismos que
habían asesinado a aquél buscaban la
oportunidad para asesinar al ex
presidente. Poco después, el poeta Olegario
Víctor Andrade escribía en su
homenaje uno de sus poemas más bellos.
A mediados del siglo XX, la provincia de
La Rioja lo convertía oficialmente en
un héroe. En su facón,
que se exhibe en el Museo de Historia de
La Rioja, puede leerse la inscripción
que definía su carácter: "Naides,
más que naides, y menos que
naides".