En
1845,
el general Juan
Manuel de Rosas gobernaba por
segunda vez la Provincia de Buenos Aires,
mientras que la Banda
Oriental se encontraba en medio
de una guerra civil entre los caudillosManuel
Oribe y Fructuoso
Rivera. Oribe acudió a Rosas,
buscando apoyo para recuperar el gobierno
que había perdido ante Rivera, a lo cual
Rosas accedió con aporte de tropas y
armamento. Con esta ayuda, Oribe invadió el
Uruguay y sitió
la ciudad de Montevideo.
La intervención de fuerzas extranjeras
exaltó los ánimos, y motivó que Gran
Bretaña y Francia
intervinieran en el conflicto, apoyando al Gobierno
de la Defensa, auto-convocándose
como mediadores en el conflicto. Rosas fue
intimado a retirar sus tropas, pero rechazó
la intimación. Inmediatamente, la escuadra
porteña que bloqueaba Montevideo fue
capturada por la flota combinada.
Con el desarrollo de la navegación a vapor
- principalmente efectuado tal desarrollo en
Inglaterra, Francia y Estados Unidos -
ocurrido en la tercera década del siglo
XIX, grandes navíos mercantes y militares
podían remontar en tiempos relativamente
breves los ríos en contra de la corriente,
y con una buena relación de carga útil.
Este avance tecnológico
acicateó a los gobiernos británicos y
franceses que, desde entonces, siendo las superpotencias
de esa época, pretendían lograr garantías
que permitieran el comercio
y el libre tránsito de sus naves por el
estuario del Plata
y todos los ríos interiores pertenecientes
a la cuenca
del mismo.
En el año 1811,
poco después de la Revolución
de Mayo, Hipólito
Vieytes recorrió la costa del río
Paraná buscando un sitio ideal en donde
poder montar una defensa contra un hipotético
ataque de naves realistas.
Para este propósito consideró al recodo de
la Vuelta de Obligado como el sitio ideal,
por sus altas barrancas y la curva
pronunciada que obligaba a las naves a
recostarse para pasar por allí. Rosas
estaba al tanto de sus anotaciones, y es por
ello que decidió preparar las defensas en
dicho sitio.
En su nota sobre este combate, al explicar
el interés que movía a Rosas, señala el
profesor de historia Felipe
Pigna que el mismo:
Compartía
con los terratenientes bonaerenses la
seguridad de que el Estado no podía
entregarse a ninguna potencia extranjera.
No había tanto en Rosas y sus socios políticos
y económicos una actitud fanática que se
transformara en xenofobia ni mucho menos,
sino una política nacionalista pragmática
que entendía como deseable que los
ingleses manejasen nuestro comercio
exterior, pero que no admitía que se
apropiaran de un solo palmo de territorio
nacional que les diera ulteriores derechos
a copar el Estado, fuente de todos los
negocios y privilegios de nuestra burguesía
terrateniente.[1]
Preparativos
De
acuerdo a análisis arqueológicos
realizados en el año 2000, numerosas
familias indígenas vivían por la zona y
fueron expulsadas para construir las
defensas.[2]
El 13 de agosto de 1845 se le dieron
instrucciones a Lucio
Norberto Mansilla para construir
baterías costeras artilladas. Mansilla
solicitó al Juez de Paz sanpedrino don
Benito Urraco que le informase sobre el
armamento existente y la población de entre
15 y 70 años, y que pusiera en estado de
asamblea a la milicia activa. El día 22 pedía
el envío de 30 tirantes de madera para la
construcción de las baterías, y el 12 de
noviembre envió a San
Pedro al sargento mayor Julián
Bendim, al mando de "ciento
setenta y tantos" soldados de caballería
e infantería, para proteger a la ciudad de
un posible desembarco anglofrancés.
Hechos
Fuerzas
anglofrancesas y argentinas
Monumento
a los héroes de la batalla de Vuelta
de Obligado.
Sitio
del Río
Paraná en donde tuvo lugar
el encuentro.
En
el marco de la Guerra
Grande, una flota anglo-francesa
– integrada por 22 barcos de guerra y 92
buques mercantes – fue interceptada por
tropas argentinas, al mando del general Lucio
Norberto Mansilla. Los europeos
disponían de 418 cañones y 880 soldados,
contra seis barcos mercantes y 60 cañones
de escaso calibre que les opuso Rosas.
Once buques
de combate de la escuadra anglo-francesa
navegaban por el río
Paraná desde los primeros días
de noviembre; estos navíos poseían la
tecnología más avanzada en maquinaria
militar de la época, impulsados tanto a
vela como con motores
a vapor. Una parte de ellos
estaban parcialmente blindados, y todos
dotados de grandes piezas de artillería
forjadas en hierro y de rápida recarga y cohetes
Congreve.
La principal fortificación argentina se
encontraba en la Vuelta
de Obligado, donde el río tiene
700 m de ancho, y un recodo pronunciado
dificultaba la navegación a vela.
El general Mansilla hizo tender tres gruesas
cadenas de costa a costa, sobre 24
lanchones. La operación estuvo a cargo,
principalmente, de un italiano inmigrado a
la Argentina, de apellido Aliverti.
En la ribera derecha del río montó 4 baterías
artilladas con 30 cañones, muchos de ellos
de bronce, con calibres de 8, 10 y 12,
siendo el mayor de 20, los que eran servidos
por una dotación de 160 artilleros. La
primera, denominada Restaurador Rosas,
estaba al mando de Álvaro
José de Alzogaray[3]
, la segunda, General Brown, al mando
del teniente de marina Eduardo
Brown, hijo del almirante, la
tercera era la General Mansilla,
comandada por el teniente de artillería
Felipe Palacios y la cuarta, de reserva y
aguas arriba de las cadenas, se denominó Manuelita
y estuvo al mando del teniente coronel Juan
Bautista Thorne.[4]
Además, en las trincheras había 2.000
hombres, la mayor parte gauchos
asignados a la caballería, al mando del
coronel Ramón
Rodríguez, jefe del Regimiento
de Patricios. En el río estaba
estacionado un único buque de guerra, el Republicano,
que tenía como misión cuidar las cadenas
que cruzaban el río. También participaron
tropas del 2do batallón de Patricios.
La
batalla
El
combate se inició al amanecer del día 20
de noviembre, con un intenso cañoneo
y fuertes descargas de cohetes sobre las
baterías argentinas. Éstas respondieron de
inmediato, pero estaban en inferioridad de
condiciones, ya que contaban con cañones de
mucho menor alcance, mucho menor precisión
y mucho más lentas en su recarga que las
piezas de los invasores. El intercambio de
disparos causó desde un primer momento múltiples
bajas por parte argentina.
A poco de iniciarse el combate, el general
Mansilla fue herido de alguna
gravedad, por lo que fue reemplazado por el
coronel Juan
Bautista Thorne en el comando de
la artillería, mientras que Rodríguez
asumió el mando autónomo de sus fuerzas de
caballería. Thorne perdió casi por
completo la audición por una explosión de
granada muy cercana.
Tras varias horas de combate, fuerzas de
infantería — principalmente francesas —
desembarcaron en la costa, atacando la batería
argentina, que perdió 21 cañones en poder
del enemigo. Al no poder transportarlos,
fueron inutilizados. Pero cuando
pretendieron sostener su posición, las
fuerzas desembarcadas fueron atacadas por la
caballería de Rodríguez, que las obligó a
reembarcarse.
Aprovechando la defensa que los argentinos
debían hacer de sus piezas de artillería
durante el desembarco, las fuerzas atacantes
incendiaron los lanchones que sostenían las
cadenas. También se perdió el buque Republicano,
que fue volado por su propio comandante ante
la imposibilidad de defenderlo.
Las fuerzas defensoras tuvieron 250 muertos
y 400 heridos. Los agresores, por su parte,
tuvieron 26 muertos y 86 heridos y sufrieron
grandes averías en sus naves que obligaron
a la escuadra a permanecer casi inmóvil en
distintos puntos del Delta
del Paraná, para reparaciones de
urgencia.
Finalmente, los europeos consiguieron forzar
el paso y continuar hacia el norte, atribuyéndose
la victoria.
La
campaña naval después de Obligado
Contra
lo que las fuerzas vencedoras esperaban, no
lograron concitar la simpatía de la población
ribereña, especialmente en las provincias
de Santa
Fe y Entre
Ríos. En las orillas de ambas
provincias, la flota fue nuevamente atacada,
en los combates de Paso
del Tonelero, San
Lorenzo y Angostura
del Quebracho, tanto de ida como
de regreso. En este último combate, en
particular, la flota invasora perdió 6
mercantes (2 incendiados por la artillería
y cuatro incendiados por sus tripulaciones
al encallar) y 2 de sus buques de guerra
sufrieron averías de importancia. Los
argentinos, por su parte, sólo un muerto y
dos heridos. La población civil, al
parecer, apoyó firmemente la acción
militar de las fuerzas de Lucio
Norberto Mansilla y del coronel Martín
de Santa Coloma.
En cambio, la flota anglofrancesa logró
algunos resultados comerciales en la provincia
de Corrientes, que desde hacía
varios años permanecía rebelde a la
autoridad nacional del general Rosas. Varios
de los buques atracaron en los puertos de Goya
y Corrientes
y en algunos intermedios. Algunas naves
continuaron su camino hasta Paraguay,
país que también resultaba afectado por el
conflicto.
No obstante, el resultado comercial de la
campaña fue muy escaso, debido a la pobreza
y falta de efectivo en Corrientes y
Paraguay. La mayor parte de las mercaderías
que portaban quedaron sin colocar. Su costo
financiero, después de los daños
infligidos por las fuerzas argentinas, se
elevó enormemente. Por lo tanto, si bien
lograron algunos resultados políticos, los
beneficios económicos esperados se trocaron
en un fuerte quebranto.
Tras varios meses de haber partido, las
naves agresoras debieron regresar a
Montevideo “diezmados por el hambre, el
fuego, el escorbuto y el desaliento”, al
decir el historiador argentino José Luis Muñoz
Azpirí.
Consecuencias
De
modo que la victoria anglofrancesa resultó pírrica:
tanto la decisión de las fuerzas
defensoras, como las complicaciones que
imponía — e impone actualmente — el
sinuoso cauce del Paraná a la navegación,
hacían excesivamente costoso intentar
nuevamente la navegación del mismo en
contra de la voluntad del gobierno
argentino.
La batalla tuvo gran difusión en toda América.
Chile
y Brasil
cambiaron sus sentimientos (que hasta
entonces habían sido hostiles a Rosas) y se
volcaron, momentáneamente, a la causa de la
Confederación. Hasta algunos unitarios
(enemigos tradicionales de Rosas) se
conmovieron y el coronel Martiniano
Chilavert se ofreció a formar
parte del ejército de la Confederación.
El general José
de San Martín expresó desde
Francia:
“Los
interventores habrían visto que los
argentinos no son empanadas que se comen
sin más trabajo que el de abrir la boca.
(…) Esta contienda es, en mi opinión,
de tanta trascendencia como la de nuestra
emancipación de España”.
Esta
batalla — pese a ser una derrota táctica
— dio como resultado la victoria diplomática
y militar de la Confederación
Argentina, debido al alto costo
que demandó la operación. Implícitamente,
la resistencia opuesta por el gobierno
argentino obligó a los invasores a aceptar
la soberanía
argentina sobre los ríos interiores.
Gran Bretaña, con el Tratado
Arana-Southern, de 1847,
concluyó definitivamente este conflicto y
en marzo de ese año ordenó el retiro de su
flota. Francia tardó un año más, hasta la
firma del Tratado
Arana-Lepredour.
Estos tratados reconocían la navegación
del río Paraná como una navegación
interna de la Confederación Argentina y
sujeta solamente a sus leyes y reglamentos,
lo mismo que la del río
Uruguay en común con el Estado
Oriental.
Recordatorios
Históricamente,
los federales
y nacionalistas
argentinos han considerado el combate de la
Vuelta de Obligado como el más importante
triunfo en la lucha por consolidar y hacer
respetar la soberanía de las nuevas repúblicas.
A pedido del historiador José
María Rosa el Congreso de la
Nación Argentina promulgó la Ley 20.770
por la que el 20 de noviembre se declaró Día
de la Soberanía Nacional.
En el Metro
de París existe una estación
que, hasta los años 50, fue llamada
"Vuelta de Obligado"; desde
entonces ha sido renombrada como
"Argentina".
La Batalla de la Vuelta de Obligado ha sido
recordada en los billetes de 20 pesos
argentinos, que en una cara lleva
el retrato de Juan
Manuel de Rosas y en su reverso
una imagen de la Batalla de la Vuelta de
Obligado.
El sitio donde estuvo ubicada la batería
argentina es hoy un sitio histórico, con
monumentos e inscripciones que recuerdan el
hecho.
En el cruento Combate de la Vuelta de
Obligado, del 20 de noviembre de 1845, el Regimiento
de Patricios al mando del coronel
Ramón Rodríguez tuvo una actuación tan
valerosa que, muchos años más tarde, en
1883, el que fuera jefe en aquella
oportunidad de las fuerzas inglesas,
almirante J. B. Sullivan, entregó al
consulado argentino en Londres una bandera
argentina tomada en el combate contra las
tropas nativas, con una carta en la que,
entre otros conceptos laudatorios,
expresaba:
"(...)
quiero restituir al Coronel Rodríguez, si
vive, o al Regimiento de Patricios de
Buenos Aires, si aún existe la bandera
bajo la cual y en la noble defensa de su
Patria, cayeron tantos de los que en
aquella época lo componían."
Se
considera que el Gaucho
Rivero murió valientemente en
acción durante esta batalla, combatiendo a
los invasores.
El día 3 de noviembre de 2010, la
Presidenta Cristina
Fernández firmó el decreto 1584
declarando el 20 de noviembre como "Día
de la Soberanía Nacional", con carácter
de feriado nacional en toda la República
Argentina [5]
.